lunes, 9 de abril de 2007

Tercera reflexión: Dilucidando nuestro que hacer docente.

¡Voy a ser igual que mi profesor cuando ejerza como docente!, ¡No, no quiero que mis alumnos pasen lo mismo que yo cuando estaba en el liceo!, ¡Cuándo sea profesor@ quiero cambiar el modo de aprendizaje en el aula!, ¿Cómo haré mis clases?, ¿Me entenderán cuando les explique los contenidos?, ¿Cómo evalúo?, estas son algunas de las afirmaciones e interrogantes frecuentes en nosotros, los futuros educadores de la nueva sociedad. A esta altura de la carrera es necesario comenzar a familiarizarse cada vez más con el aula, la materia y/o información y sobre todo con los estudiantes, puesto que serán nuestro objetivo de trabajo y a quienes debemos satisfacer su necesidad de conocimiento que es apetecido por este mundo globalizado.
Los paradigmas educativos son un marco de referencia que fundamenta nuestra actividad pedagógica; estas bases se trasforman en algo así como la “Biblia” del que hacer del docente y donde se vislumbran los arquetipos de profesores. En consecuencia, fue interesante sentirse por un momento pedagogo y darnos cuenta de cómo seremos con nuestros alumnos, para finalmente reconocer nuestro paradigma: mi resultado…positivista. La causa de este hecho es el efecto de los diez años de educación que tuve y resultó ser un tanto “cuadrada”, donde es el profesor el dueño y señor de la clase y nosotros nos limitamos a escuchar en silencio la cátedra como verdader@s estatuas; así, uno sale del aula teniendo la visión de que esa práctica pedagógica es la única y por lo tanto todos la aplican.
Por lo mismo un profesor se forma no sólo por conocer una teoría, definir cuál me gusta y decir esta voy a aplicar, sino que también está la propia experiencia influyendo en el desarrollo de los futuros docentes; aunque queramos no podemos separarnos de nuestros prejuicios, ideologías, vivencias, entre otros factores para realizar nuestras clases, los recuerdos siempre están y estarán presentes. Sin embargo esta posición no es del todo negativa, sería bueno cambiar lo que algún día nos incomodó en la sala y mejorar el proceso de enseñanza.
En muchas oportunidades dije que me gustaría ser igual que mi profesora de química, ella pasaba todos los contenidos del programa, era organizada, su clase se limitaba a una relación netamente profesora-alumn@, pero curiosamente no lograba vincularme estrechamente con ella y era extraño porque le tenía un cierto miedo a preguntarle lo que no entendía; entonces, para mí un buen profesor era el que en cuanto a desarrollo cognitivo es positivista. Quizás si se hubiese alejado o más bien complementado su deficiencia en esa parte del paradigma con otro, la situación sería otra. Por ende, no debemos encasillarnos con un tipo de paradigma y ejecutarlo con nuestros alumnos, debemos analizar objetivamente cada uno, darnos cuenta de las ventajas y desventajas que nos ofrece y recolectar un poquito de cada uno para que mañana seamos los docentes que los alumnos quieren.
Con respecto a los enfoques curriculares, es el basado en competencias, a mi parecer, el ideal para aplicar en la sala de clases y se acerca al ideal de educación que deben recibir los escolares: principalmente basado en el desarrollo de habilidades, capacidades y aptitudes de los alumnos para enfrentar el futuro o más bien el mundo laboral. Aquí, se involucra tanto al profesor como al alumno en el proceso de enseñanza, un rol activo y participativo donde el profesor es el guía y utiliza la evaluación como “recolección de evidencias” para fortalecer las debilidades y capacitar a los alumnos que están en desventaja, ¿Será una utopía? Tratemos de que no, pensemos que está ahora en nuestras manos cambiar el modo de enseñanza monótono que se observa en la mayor parte de los establecimientos para no caer en el sistema educativo tradicional donde, algún día, muchos de nuestros colegas en ejercicio de la profesión “murieron” en el intento. ¿Será por que cuando estamos estudiando la carrera, al no tener experiencia y ver desde afuera la realidad educativa, idealizamos una clase y, aunque vamos con la mejor disposición y mentalidad “revolucionara” al enfrentarnos a los alumnos tiremos la toalla y aceptemos este sistema que criticamos constantemente?