lunes, 19 de noviembre de 2007

“VALORES Y TENDENCIAS QUE PRESIDEN LOS PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN EN LA ÉPOCA POSTMODERNA” (ÁNGEL PÉREZ GÓMEZ, 1998)

En un futuro no muy lejano seremos quienes guíen y orienten a las nuevas generaciones en su proceso de educación y socialización.; fuente de información, valores, actitudes que transmitiremos día a día en nuestra praxis docente. Sin embargo, es fundamental para nuestra labor conocer el “tipo” de sociedad que predomina hoy. Para facilitar esta tarea de comprensión, el autor nos expone la realidad social que vamos a tener que enfrentar en el aula, nos advierte que los alumnos al igual que el resto de la sociedad, se encuentran rodeados de dudas e incertidumbre por los cambios en la vida social y desean dilucidar para definir su identidad, ¡Un trabajo no menor!
Para nadie es un misterio que la sociedad postmoderna se caracteriza por un individualismo y egoísmo muy marcado. Cada uno vela por sus intereses, aumenta la competencia y nos tornamos mezquinos intelectuales con los otros (Pérez, 1998); pensemos, si me va bien en un certamen y hay personas que están mal, han obtenido bajas calificaciones, ¿nos acercamos a prestar ayuda? Lo más probable es que no. Siempre optamos por juzgar y comentar que es flojo, no estudia o simplemente pasamos por alto. Tenemos siempre la necesidad de compararnos con los demás para sentirnos bien, de sentirnos superiores y ser considerado “el más inteligente”; acto estimulado desde pequeños por nuestros padres, quienes incentivan a sus hijos a estudiar para que obtenga buenas calificaciones y los tachen de “inteligentes” y los valoren y reconozcan a nivel social. Bajo este panorama, necesitamos fomentar la colaboración y/o respeto por los otros, un trabajo comunitario en clases y en conjunto con los padres. Reconocer las diferencias individuales de los estudiantes atendiendo cada necesidad educativa que tengan.
Otro aspecto importante es la desideologización general de la sociedad (Pérez, 1998), no confiamos en las autoridades, religión ni en las ciencias, y quiero detenerme en este instante. El conocimiento científico, para muchos, es el conocimiento verdadero porque posee una fundamentación razonable basada en el uso del método científico y no se puede refutar. Sin embargo, el cambio constante de la información ligado a una refelxividad acelerada de los fenómenos naturales provoca ciertos quiebres en la vida de las personas y comienza el cuestionamiento acerca del futuro incierto que les espera (Pérez 1998). Mañana seremos precisamente docentes en Ciencias y no es fácil convencer ya a esta sociedad cada vez más temerosa porque los nuevos avances, que si bien han satisfecho las necesidades del hombre, han provocado efectos adversos y dañinos para la naturaleza, aumentando el horror ante una posible destrucción global, algo así como una autoeliminación. Debemos saber transmitir el conocimiento, pero más que eso devenimos crear conciencias claras y abiertas ante cualquier posibilidad de cambio; ver las ventajas y desventajas de la nueva tecnología y no sobrevalorar esta área científica.
Siempre que hacemos algo, queremos realizarlo en forma eficiente para obtener prósperos resultados, pero actualmente hay una obsesión por ello (Pérez, 1998). La sociedad postmoderna es acelerada, no hay tiempo para pensar sólo actuar y producir más, ¿más qué? Conocimiento, trabajo, resultados pero sin importar la calidad de ellos. En educación, prevalece la calificación por sobre la evaluación: si el alumno obtiene un siete es inteligente y estudioso ¡Buen futuro!, pero si es una nota deficiente es flojo e ineficiente ¡…Nada que decir! Así, los acostumbramos a preocuparse tanto por las notas que hasta los empujamos a emplear cualquier recurso por conseguir una nota azul y principalmente me refiero al aprendizaje de memoria. No hay reflexión, análisis y/o comprensión de lo que están estudiando, se encargan de repetir como “loros” los conocimientos y los docentes fomentan dicha acción. Ahora pensemos, ¿qué le queda al alumno después de la prueba?, sólo el recuerdo de que alguna vez leyeron algo y se sacaron un siete.
Para finalizar no puedo dejar de mencionar la influencia de los medios de comunicación en la sociedad actual. A través de éstos recibimos constantes mensajes, antecedentes de otras culturas, modas, etc. Nos sobreestímula con información producto de la globalización y nos mantiene conectados con la realidad de otros países y los jóvenes actuales están atentos a toda esta inquisición de noticias; eso genera un cambio de mentalidad constante, adquieren ideas de otras culturas y la llevan al aula donde, a través del proceso de socialización, transmiten cada nuevo pensamiento y van generando un cambio en la mentalidad de otros. Ante este panorama, es el docente el que debe estar atento a estos cambios y debe reconocer qué es lo que quieren los estudiantes, qué es lo significativo para ello, qué es lo que quieren saber y sobre todo conectarse con su mismo idioma puesto que, sólo así podrá entenderlos y ellos se sentirán a gusto en el aula participando activamente con lo que el profesor les enseña.
Para finalizar, quiero recalcar que la vida social que tendremos que enfrentar el día de mañana en nuestro ejercicio como docentes no es nada fácil, las ideologías cambian constantemente y la desconfianza de las personas de las ciencias nos complica un poco el futuro. Sin embargo, el autor ya nos advierte las características de esta sociedad globalizada y nos invita a reflexionar acerca de cada punto para que no nos encontremos con sorpresas y sepamos comprender a los estudiantes del futuro.

lunes, 5 de noviembre de 2007

“El sistema educacional chileno en la década de 1990: estructura educacional, políticas y resultados” y “Educación Media”

Desde 1990, el sistema educacional de nuestro país sufre un profundo cambio con nuevas políticas educacionales y la implantación de la cuestionada Reforma Educacional. Cada innovación fue diseñada e implementada confiando en prósperos resultados, sin embargo de la teoría a la práctica hay una gran diferencia y por lo mismo, algunas de las medidas “utópicas” generaron y generan aún resquemor entre quienes tiene que vivir la realidad educativa, LOS DOCENTES Y LOS ALUMNOS. Los sistemas de evaluación nacional e internacional de la calidad y equidad de la ecuación arrojan resultados cada vez más contradictorios con las metas del Estado; la brecha sigue existiendo, los colegios particulares obtienen mejores puntajes que los municipales y subvencionados. Entonces, ¿qué sucede?, si el gobierno destina una gran cantidad de dinero en educación para mejorarla ¿?qué ocurre con dichos recursos?. En alguna oportunidad lo comenté con la profesora Mará Teresa y llegamos a la conclusión que aquí hay un problema de gestión por parte de las autoridades, los dineros no son destinados a quienes realmente los necesitan y la desigualdad educacional se sigue manteniendo. De que me sirve tener todos los materiales para un laboratorio si no cuento con el espacio físico para realizar las prácticas, debido a que la sala destinada para ello tuvo que convertirse en aula de clase por el exceso de alumnos y falta de dinero para construir salas (eso ocurrió en mi liceo). ¡Señores del gobierno, pensemos y luego actuemos!
No obstante, sí quiero felicitar al gobierno en cuanto a que la modalidad académica como la técnico profesional, durante los dos primeros años de enseñaza media tengan un plan común y luego se especialicen. Desde cerca conocí la experiencia de personas que asistieron a establecimientos técnicos y cuando decidieron ingresar a la universidad tenían serias deficiencias sobre todo en ciencias, pues anteriormente sólo era tarea de la modalidad científico-humanista.
Uno de los aspectos interesantes es la reforma curricular que tiene por fin reajustar los planes y programas educativos para responder satisfactoriamente a las demandas de la sociedad cada vez más globalizada (Revisión de políticas educacionales de educación). Sin embargo, presenta una debilidad en su implementación y poca calidad de sus propuestas en cuanto a los contenidos y planes. Quienes critican la debilidad de su implementación concuerdan en señalar la escasa capacidad del MINEDUC para generar mecanismos que permitan avanzar en la hasta ahora débil apropiación curricular de los docentes; el gobierno ha hecho bastante en materia de elaboración y desarrollo curricular, pero todavía poco en cuanto a difusión y apoyo para una implementación curricular efectiva en las escuelas y aulas del país (Montes, 2006)
A pesar de que en Chile en los últimos años la cobertura educacional ha aumentado considerablemente y se han puesto en práctica diversos programas orientados a mejorar la calidad de la enseñanza, como el programa MECE y el aumento de la jornada escolar, se observan deficiencias según estándares internacionales y en relación a la efectividad esperada. Por ejemplo: datos del TIMSS 2003 muestra que los estudiantes chilenos tuvieron un desempeño muy inferior al de la mayoría de los alumnos de los otros países. Al rankear los países según su puntaje promedio, Chile se ubicó en el lugar 38 de 46 en Matemática, y 35 de 46 en Ciencias. En Matemática, más de la mitad de los alumnos chilenos (59%) no alcanzó el estándar de desempeño más bajo descrito por TIMSS. En Ciencias, este porcentaje fue de 44%.
Entonces ¿los profesores estarán realmente capacitados para este cambio?, ¿se les instruye de forma adecuada? La calidad de la preparación que están recibiendo los decentes no es del todo apropiada para enfrentar el escenario educativo actual (Revisión de políticas educacionales de educación), por ejemplo si lo tomamos desde las ciencias, los conocimientos están obsoletos cada segundo pues constantemente se están realizando descubrimientos y con ello los profesores “antiguos” quedan atrás en estas materias. Su nivel de enseñanza no es el óptimo para realizar clases, requieren de perfeccionamientos y constantes revisión de sus conocimientos.
Estos son algunos de los antecedentes que nos revelan que la que los cambios educacionales no han sido del todo efectivos y que en parte se deben a la “mala copia” que realizaron nuestros legisladores a las políticas europeas que presentan un sistema educativo totalmente distinto al de nosotros, con una cultura diferente, con otra mentalidad, otra sociedad. (Quiroz, 2005), ¡No entiendo cómo no se dieron cuenta! Pero ahora, como futuros docentes no podemos seguir lamentando los errores de nuestros reformadores, debemos actuar ahora para comenzar a organizar y entender estas modificaciones, pero si no contamos con el apoyo y participación de todos los actores escolares con la Educación, jamás lograremos una formación de calidad para nuestros alumnos y mantendremos la realidad escolar cada vez más decadente. Por lo tanto, y a partir de la información que se nos entrega en los distintos cursos de formación universitaria donde se abordan estos temas, debemos adquirir un real compromiso con la institución escolar y sobre todo con nuestros futuros alumnos, para cambiar esta educación y entregarles las mejores enseñanzas.

sábado, 22 de septiembre de 2007

“Hacia una evaluación auténtica del aprendizaje” (Pedro Ahumada, 2005)

El tema de la evaluación ha sido, en muchas oportunidades, centro de críticas y análisis durante nuestros encuentros en el curso. He escuchado buenas y malas experiencias: ¡Mi profesor me hacía repetir los contenidos de memoria en las pruebas! ¡A mí me hacían aplicar la materia, pero nunca me fue bien! ¡Nunca pasó esto en clases y lo preguntó en la prueba!...En fin, estas situaciones son las que hacen reflexionar a Ahumada acerca de qué está pasando con la evaluación, de qué forma y qué están evaluando los decentes y sobre todo, si logran un aprendizaje efectivo en los estudiantes. Como respuesta y tesis del texto, el autor nos afirma que la evaluación tradicional basada en pruebas está en decadencia pues no satisface las demandas educacionales de los alumnos y el sistema educacional actual abre las puertas a una evaluación auténtica centrada y ligada al proceso de enseñanza-aprendizaje.
La evaluación tradicional implica sólo un conjunto de acciones orientadas a la obtención y registro de información cuantitativa (expresada en número o grado) sobre cualquier hecho o comportamiento. Así, la evaluación es sinónimo de medida de materia educativa, encargada de verificar sólo contenidos factuales, conceptuales cuyo dominio debe ser demostrado por los estudiantes en una prueba de respuesta objetiva (Ahumada, 2001). En consecuencia, resulta difícil que el estudiante se desligue de estudiar por la nota más que por adquirir ciertos aprendizajes; si hiciéramos una encuesta a nuestros compañeros, me atrevería a decir que el ciento por ciento de ellos no se acuerda de un contenido porque como no lo entendía se lo aprendió de memoria, simplemente por obtener un azul o aprobar el ramo y cuando los profesores nos preguntan por ellos respondemos MATERIA PASDA, MATERIA OLVIDADA. La sociedad se encarga de profundizar dicha concepción, pues todo es en base a la calificación: obtener becas, ingresar a la universidad, él es más inteligente, acceder a un puesto de trabajo, entre otras. No confundamos evaluación con calificación.
El sistema alternativo que nos plantea Ahumada es perfecto: se centra en el proceso más que en los resultados. Cuántos años no hemos sido objeto de pruebas, exámenes, test, las temidas interrogaciones orales, todas centradas en examinar nuestros aprendizajes (Ahumada, 2005). Pero ninguna se realiza antes o durante el proceso de enseñanza, sólo al final de una unidad nos realizan el “control de calidad”; en esta situación cae la mayoría de los docentes. Para este sistema de evaluación no existe el alumno estándar, por lo tanto la enseñanza y la evaluación deben respetar las diferencias individuales, los distintos ritmos y estilos de aprendizajes de los estudiantes (Rodríguez, 1998). La evaluación es un proceso más que un suceso, es una instancia de aprendizaje donde no sólo es el alumno el que aprende sino que también el profesor. Para esto, la evaluación debe proporcionar oportunidades para ensayar, practicar, consultar, recurrir a diferentes recursos y obtener retroalimentación.
La evaluación alternativa es un enfoque que da importancia a las concepciones previas del alumno, desea conocer qué es lo que sabe hacer (Ahumada, 2005). Si no ejecutamos esta innovación, sólo nos dedicaremos a evaluar contenidos de memoria y no incluiremos situaciones de la vida real y problemas significativos de naturaleza compleja; para que el alumno comprenda nuestra información, y sobre todo si es ciencia, debe ser significativa para él, contextualizada y responda a su sed de conocimiento. Es como el ejemplo de la forma de la Tierra, en la que el alumno cree que es plana pero el docente dice que es redonda; luego él se la imagina redonda, pero como un panqueque. Bajo este sistema de evaluación, el docente debe buscar las estrategias necesarias para cambiar las concepciones del alumno para que adquiera el conocimiento verdadero y sea efectivo.
Con su información, el autor nos invita a reflexionar y pensar en esta nueva alternativa de evaluar, que tomemos conciencia de los beneficios que tiene tanto para los estudiantes como para nosotros mismos, los docentes en formación. Muy pronto seremos los guías de las futuras generaciones, a ellos debemos transmitirles nuestro saber sabio ¿Cómo? Bueno, realizando evaluaciones diagnósticas, formativas y dándole menos importancia a lo sumativo, apuntar nuestras enseñanzas a una perspectiva globalizadora pues trabajaremos con jóvenes que nacieron en una época tecnológica y la informática es su especial interés. Emplear la auto y coevaluación, privilegiando los aprendizajes logrados por el estudiante y los procesos de aprender a aprender (Ahumada, 2001); pero en esto debemos tener cuidado, dado que los alumnos se aprovechan de la autoevaluación para sobreestimar o desvalorar sus aptitudes, sólo en pensar en los ochenta y noventa que mis compañeros se colocaron en la autoevaluación del semestre pasado en Currículo I por no verse en riesgo de reprobar, confirman mi advertencia. No hubo conciencia de dicho proceso, muchos debieron hacerse responsable de su aprendizaje y reconocer sus falencias y ventajas en forma objetiva. Este último aspecto es fundamental para que el estudiante se comprometa con su propio aprendizaje y por medio de la evaluación mida el logro de sus metas.
No puedo deja de mencionar que implantar esta innovaciones en evaluación es un tanto complicado, el papel lo aguanta todo y llevarlo a la práctica puede resultar difícil pero no imposible. Ya la profesora María Teresa nos ha entregado una serie de documentos con nuevas formas de evaluar que coinciden con este enfoque auténtico y nuestra misión no es guardarlos en carpetas hasta que se deterioren sino que aplicarlas y darles un buen uso. Démonos el tiempo de preparar las evaluaciones, de nuestra dedicación depende los logros de aprendizaje de nuestros futuros alumnos.

sábado, 25 de agosto de 2007

Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional y de persona eres (Santos Guerra, 2003)

En mis años como estudiante jamás se me pasó por la mente la idea de que las controvertidas y nunca bien aceptadas “pruebas” son algo así como el reflejo del docente y de las demandas sociales. “La evaluación que se realiza en las instituciones no tiene lugar en una campana de cristal, sino que está condicionada por diversos agentes que inciden sobre ella” (Santos, 2003). En otras palabras, las concepciones, actitudes y principios del docente son factores subjetivos que intervienen a la hora de crear una evaluación y al mismo tiempo el contexto social-cultural que envuelve a la institución influye en dicho proceso. Por ejemplo, cuando mi profesor de psicología y filosofía realizó un debate con respecto al aborto en vez de ser arbitrario y objetivo, su ideología católica lo hizo uno más de los que estaban en contra de esta práctica. En consecuencia, al final de dicho debate no nos quedó otra que estar de acuerdo con él para obtener una buena calificación.

Si bien el autor nos desarrolla una serie de causas que intervienen en la evaluación, me parece que el título ideal debiera ser “Dime cómo evalúas y te diré si perteneces al enfoque tradicional de evaluación”. Efectivamente, y al comparar el texto con documentación facilitada por la profesora María Teresa, en todo momento Santos Guerra nos proporciona las características de la evaluación tradicional que predomina actualmente en nuestro sistema de educación y que, los profesores realizan a diario sin darse cuenta de las aberraciones que cometen con sus alumnos. Pero, ¿qué quiere lograr el autor con todo esto? Él expresa abiertamente su anhelo por mejorar la práctica de los docentes por medio de la evaluación y no sólo eso, sino también transformar las situaciones en las que se desarrolla la praxis (Santos, 2003). Quiere que la sociedad en general, y sobre todos nosotros los futuros docentes, se comprometa a trabajar en conjunto con los evaluados, fomentar el diálogo en un proceso retroalimentador donde se analice y reflexione acerca de la evaluación; que seamos capaces de reconocer nuestros errores y cambiemos nuestros malos hábitos, como el profesor que multicopió una prueba de un libro y no se dio cuenta que estaban las respuestas incluidas en la prueba.

El autor, a mi parecer, se da cuenta de las diferencias en la forma de evaluar de los docentes, cuando en realidad debiéramos seguir ciertos patrones estructurales similares; si el profesor realiza clases particulares y lucra con esta profesión, se transformará en un curriculista de excelencia y dedicará mayor tiempo para lograr el aprendizaje del alumno. Sin embargo, si sólo pertenece a un establecimiento donde posee 45 alumnos y tomando el peso de que lo ello implica, sólo se dedicará a exponer los contenidos, evaluar, exponer los contenidos y se genera el ciclo de la mala práctica docente. “El profesor actúa en un contexto que condiciona su práctica de evaluación” (Santos, 2003). De este modo podemos deducir que la evaluación al igual que la docencia no es una práctica al ciento por ciento pura, posee limitantes que la condiciona ya sea para bien o para mal.

Algunas da las afirmaciones que debemos rescatar y emitir juicios, pues son de crucial importancia para nuestro trabajo como docentes al igual que como futuros padres, son las siguientes:

Ø La evaluación tiende a seleccionar ciertos contenidos para ser valorados por los alumnos, centrándose en los conocimientos y habilidades adquiridas por éstos. (Santos, 2003). Medir sólo contenidos factuales potencia el aprendizaje memorístico por parte de los estudiantes (Ahumada, 2001), los que se pueden olvidar fácilmente pues no hubo codificación e interpretación de la información; así, el aprendizaje será sólo de algunos meses pues “La memoria es frágil”

Ø La evaluación tiene entre otros componentes, la comprobación de aprendizajes (Santos, 2003) reflejados mediante los resultados cuantitativos, donde estos últimos son más relevantes que el proceso de enseñanza-aprendizaje. De esta manera, se le resta valor e importancia a la adquisición del saber sabio y la nota, en muchos casos, no revela lo que realmente he aprendido. En cuántas asignaturas no nos reglaban puntitos o décimas para la prueba sólo por hacer un par de dibujos o responder cuestionarios; así, todos podíamos llegar al tan anhelado 7.0

Ø La sociedad, la familia y las instituciones tienden a confundir evaluación con calificación. “Por una parte, al tener el conocimiento un valor de cambio, la calificación que obtiene el evaluado se convierte en un salvoconducto cultural” (Santos, 2003). Gracias a mi promedio de enseñanza media el sistema me “regala” una cierta cantidad de puntaje para la P.S.U, para obtener y mantener una beca es imprescindible poseer un buen rendimiento académico ¿Pero a qué rendimiento se refiere? Simplemente contar con adecuadas notas. De una buena vez dejemos de pensar en las notas como único recurso de evaluación, esta puede ser también descriptiva, mediante características que se enmarquen dentro de un aprendizaje. Una buena idea sería aplicar una rúbrica para analizar las pruebas.

Ø Por otra parte, la comparación entre las calificaciones obtenidas (Santos, 2003) clasifica a los escolares de acuerdo a sus capacidades en grupos de los inteligentes con un futuro exitoso y el “resto” que puede tener suerte. Al mismo tiempo, la evaluación es poco sensibles a las diferencias económicas, sociales y culturales (Santos, 2003) y el docente al caer en las pruebas estándar fomenta las diferencias entre los estudiantes, donde sólo algunos se ven favorecidos. Así, la evaluación cae en una práctica individualista e incrementa la competencia, la envidia, el egoísmo entre los compañeros por obtener la mejor nota a costa de ser reconocidos por los demás. ¿Es esa la sociedad que queremos?, si seguimos evaluando con la misma estructura, así será.

Ø Lamentablemente cuando no se produce el aprendizaje del estudiante el único culpable es él. Pocas veces se responsabiliza a la institución o a los docentes del fracaso que tienen los alumnos (Santos, 2003); sin embargo, este problema se debe resolver con apoyo de la familia pues no se debe desligar su rol como formadora al igual que la de los profesores. En este caso ambos deben trabajar en forma conjunta guiando y apoyando al educando en su proceso de enseñanza-aprendizaje, evaluando paso a paso sus avances y analizando sus retrocesos. El establecimiento, por su parte, debe colaborar con apoyo para el docente y entregarle todos los recursos necesarios para solucionar problemas de aprendizaje, como facilitar material didáctico u otro para aquellos que aprenden de distinta forma.

Ø Por último, los docentes emplean constantemente la evaluación como medio de amenaza, castigo y poder. “Lejos de emplearla como un estímulo, le sirve como un instrumento de opresión” (Santos, 2003). Diariamente en la universidad, cuántas veces no emitimos nuestras percepciones de los profesores o criticamos algunas de sus decisiones por miedo a “hecharme el profe” y en consecuencia, reprobar el ramo. Sin ir más lejos, hace algunos días una profesora nos advirtió que ella tenía muy buen oído y cualquier comentario…me dio miedo. Como futuros docentes debemos pensar ahora mismo en realizar momentos de reflexión con nuestros alumnos, hacer un cara a cara y aceptar nuestras debilidades. Todo esto centrado en mejorar mi labor como docente; más que un enemigo, que los jóvenes nos vean como alguien flexible, empático, comprensivo capaz de escuchar y valorar los juicios emitidos sobre y hacia mi persona.

Para finalizar, considero que este esquema extraído del libro Currículum y Evaluación Educacional (2006) representa el ideal de evaluación que el autor quiere lograr en los profesores mediante sus afirmaciones y argumentaciones.

jueves, 12 de julio de 2007

¡No le entiendo al profesor!, ¡No sabe enseñar!, ¡Son tan aburridas y poco didácticas las clases de la profesora!, cuántas veces no repetimos estas frases durante nuestros años de estudio. Esto se debe en parte a que, habitualmente, tendemos a asociar didáctica con “entretenido”, “dinámico”, “actividades de juego”, “material didáctico y de apoyo para la clase” provocando una visión reduccionista del concepto porque constantemente lo vinculamos a “enseñar con arte de diversión”, más que verla como el “arte de enseñar” (Ian Amos Komensky, “Didáctica Magna”). Sin embargo, según Zufiaurre y Gabari (2000), el objeto de estudio de la didáctica ha sido circunscrito al estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula; a su planificación, estrategias de enseñanza y aprendizaje, medios didácticos, modelos, entre otros.
Bajo esta descripción, la labor del docente se ve fundamentada por medio de la didáctica: he aquí el “cofre” de los recursos pedagógico que debemos manejar, cuidar y saber utilizar en cada contexto educacional para forjar y lograr un aprendizaje significativo para el alumno. Como señaló la profesora en clases, la didáctica es la mediadora entre el conocimiento disciplinario y el conocimiento cotidiano para lograr un conocimiento escolar, pero sin reducirlo ni simplificarlo, centrándonos en la profundización de los contenidos y sobre todo en la comprensión.
Tal como se indica en el libro “Currículum y Evaluación Educacional” (2006), como futuros profesionales que nos desempeñaremos en las aulas, antes que nada, seremos educadores comprometidos vocacionalmente con la formación de nuestros estudiantes, lo cual implica no sólo saber conocimiento sino más bien saber enseñarla y aquí juega un papel crucial la didáctica; el buen profesor no es aquél que llega a la clase y pasa todos los contenidos, dicta y llena de materia los cuadernos del alumno , sino el que sabe manejar diversas estrategias de aprendizaje para transmitir ese saber sabio a los escolares y éstos logren generar nuevas estructuras cognitivas, relacionándolo con sus concepciones previas y cambiando ideas erradas.
Ante este panorama, ser profesor no es una tarea fácil ni menos valiosa que la de otro profesional, puesto que durante nuestra preparación académica debemos adquirir no sólo contenidos, también desarrollar capacidades y habilidades suficientes para enfrentar el trabajo en los establecimientos educacionales y resolver los problemas propios de la desafiante misión de la instrucción de nuestro jóvenes, para que ellos no tengan que descalificarnos o tacharnos de “malos profes” porque no sabemos solucionar problemas de aprendizaje.
En consecuencia, si queremos cambiar la situación actual de la educación debemos partir de nosotros mismos, los docentes en preparación; que mejor teoría o marco de referencia que nuestra próxima práctica y experiencia laboral para mejorar el proceso de enseñanza recurriendo a esta disciplina que desarrolla métodos, estrategias, procedimientos para alcanzar un aprendizaje efectivo ¡La Didáctica!

lunes, 7 de mayo de 2007

Reforma Educacional Chilena: sentenciada a 20 años y un día.

“El concepto de reforma educativa agrupa múltiples expresiones orientadas al cambio, que en educación dan cuenta de una trasformación significativa del sistema educativo o de parte relevante del mismo, atendiendo a su mejoría, respecto de la situación inicial, que involucra la dimensión estructural, la histórica y la epistemológica” (Popkewitz, 2004). Al respecto, se debe asumir que la reforma toma esa intencionalidad, quiere generar cambios para responder a las necesidades presentes y futuras de los alumnos chilenos; mejorar en forma sustantiva la calidad de los aprendizajes de los estudiantes y la equidad de su distribución, ampliando las oportunidades educativas de los niños y jóvenes de los grupos más pobres. Para lograr dichos objetivos el gobierno implementa una serie de programas de mejoramiento referidos al que hacer docente, fortalecimiento de la formación docente, reforma curricular y la jornada escolar completa, invirtiendo y/o aumentando el gasto público en educación que hasta el 2003 llegó a 1900000 millones de pesos (TIMSS, 2003). "Este esfuerzo se construye sobre el objetivo explícito de proveer una educación escolar de alta caliadad para todos, donde alta calidad significa egresados con mayores capacidades de abstracción, de pensar en sistemas, de comunicarse y trabajar en equipo, de aprender a aprender, de juzgar y discernir moralmente en forma acorde con la complejidad del mundo que les tocó vivir" (Cox y González, 1997). Por lo visto los planes eran maravillosos y no están mal, el problema es que parece que la palabras se las llevó el viento y nada de lo que afirman los señores Cox y Gonzalez vemos hoy.
Actualmente, el panorama educativo es un poco alentador. La educación está en deuda con los jóvenes y pasando por una crisis cada vez más notoria debido a la acumulación de una serie de problemas: deficientes resultados en las pruebas Simce, PSU, Timss; la brecha entre establecimientos públicos y privados; los magros resultados de una evaluación docente que es blanda y que tardó años en ser instaurada; la resistencia del gremio de profesores y de la burocracia ministerial a los cambios; los eventuales abusos de algunos sostenedores de colegios subvencionados; la inadecuada gestión de los crecientes recursos que ha venido recibiendo el Ministerio; las fallas en el control de los programas de enseñanza básica y media, entre otros. Precisamente, como se afirma en una publicación del diario La Tercera, el sistema educacional chileno pareciera atravesar por lo que podría calificarse como una "crisis crónica" que nada ni nadie es capaz de detener de manera efectiva y decisiva. Una situación que se arrastra por años y de cuya existencia cada vez se acumula, a veces incluso de manera enervante, más pruebas.
Durante el juicio, Loreto (abogada defensora) compara la Reforma educativa con la ocasionada por Lutero y afirma que este cambio reformista educativo implica un proceso y se debe esperar para observar y generar cambios concretos en el área educación. Pero yo me pregunto ¿Cuánto tiempo más han de esperar los estudiantes chilenos para recibir la educación de calidad y equidad prometida por el gobierno hace 17 años desde que implementó esta reforma?. Por lo mismo no estoy de acuerdo con la analogía realizada, pues considero que la educación es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo cognitivo, afectivo, social de cada ser humano y no podemos esperar 20, 30, 40 años en ver resultados prósperos; debemos pensar en el futuro pero actuar hoy, antes que sea demasiado tarde.
¿Dónde está la calidad de los aprendizajes?, ¿Se ha logrado la equidad?. Es cosa de observar los diarios, internet, investigaciones, noticias, es más, a nuestro alrededor para darse cuenta que dichas preguntas se responden solas.
¿Con qué realidad educativa nos iremos a encontrar cuando ejerzamos como docentes?, ¿Sobre qué normas, leyes, reglamento, institución escolar nos iremos a encontrar?, los contextos educativos pueden ser distintos pero tendremos la misma base "La Reforma Educacional Chilena", punto de crítica y CULPABLE de la condición actual de la educación en nuestro país.

lunes, 9 de abril de 2007

Tercera reflexión: Dilucidando nuestro que hacer docente.

¡Voy a ser igual que mi profesor cuando ejerza como docente!, ¡No, no quiero que mis alumnos pasen lo mismo que yo cuando estaba en el liceo!, ¡Cuándo sea profesor@ quiero cambiar el modo de aprendizaje en el aula!, ¿Cómo haré mis clases?, ¿Me entenderán cuando les explique los contenidos?, ¿Cómo evalúo?, estas son algunas de las afirmaciones e interrogantes frecuentes en nosotros, los futuros educadores de la nueva sociedad. A esta altura de la carrera es necesario comenzar a familiarizarse cada vez más con el aula, la materia y/o información y sobre todo con los estudiantes, puesto que serán nuestro objetivo de trabajo y a quienes debemos satisfacer su necesidad de conocimiento que es apetecido por este mundo globalizado.
Los paradigmas educativos son un marco de referencia que fundamenta nuestra actividad pedagógica; estas bases se trasforman en algo así como la “Biblia” del que hacer del docente y donde se vislumbran los arquetipos de profesores. En consecuencia, fue interesante sentirse por un momento pedagogo y darnos cuenta de cómo seremos con nuestros alumnos, para finalmente reconocer nuestro paradigma: mi resultado…positivista. La causa de este hecho es el efecto de los diez años de educación que tuve y resultó ser un tanto “cuadrada”, donde es el profesor el dueño y señor de la clase y nosotros nos limitamos a escuchar en silencio la cátedra como verdader@s estatuas; así, uno sale del aula teniendo la visión de que esa práctica pedagógica es la única y por lo tanto todos la aplican.
Por lo mismo un profesor se forma no sólo por conocer una teoría, definir cuál me gusta y decir esta voy a aplicar, sino que también está la propia experiencia influyendo en el desarrollo de los futuros docentes; aunque queramos no podemos separarnos de nuestros prejuicios, ideologías, vivencias, entre otros factores para realizar nuestras clases, los recuerdos siempre están y estarán presentes. Sin embargo esta posición no es del todo negativa, sería bueno cambiar lo que algún día nos incomodó en la sala y mejorar el proceso de enseñanza.
En muchas oportunidades dije que me gustaría ser igual que mi profesora de química, ella pasaba todos los contenidos del programa, era organizada, su clase se limitaba a una relación netamente profesora-alumn@, pero curiosamente no lograba vincularme estrechamente con ella y era extraño porque le tenía un cierto miedo a preguntarle lo que no entendía; entonces, para mí un buen profesor era el que en cuanto a desarrollo cognitivo es positivista. Quizás si se hubiese alejado o más bien complementado su deficiencia en esa parte del paradigma con otro, la situación sería otra. Por ende, no debemos encasillarnos con un tipo de paradigma y ejecutarlo con nuestros alumnos, debemos analizar objetivamente cada uno, darnos cuenta de las ventajas y desventajas que nos ofrece y recolectar un poquito de cada uno para que mañana seamos los docentes que los alumnos quieren.
Con respecto a los enfoques curriculares, es el basado en competencias, a mi parecer, el ideal para aplicar en la sala de clases y se acerca al ideal de educación que deben recibir los escolares: principalmente basado en el desarrollo de habilidades, capacidades y aptitudes de los alumnos para enfrentar el futuro o más bien el mundo laboral. Aquí, se involucra tanto al profesor como al alumno en el proceso de enseñanza, un rol activo y participativo donde el profesor es el guía y utiliza la evaluación como “recolección de evidencias” para fortalecer las debilidades y capacitar a los alumnos que están en desventaja, ¿Será una utopía? Tratemos de que no, pensemos que está ahora en nuestras manos cambiar el modo de enseñanza monótono que se observa en la mayor parte de los establecimientos para no caer en el sistema educativo tradicional donde, algún día, muchos de nuestros colegas en ejercicio de la profesión “murieron” en el intento. ¿Será por que cuando estamos estudiando la carrera, al no tener experiencia y ver desde afuera la realidad educativa, idealizamos una clase y, aunque vamos con la mejor disposición y mentalidad “revolucionara” al enfrentarnos a los alumnos tiremos la toalla y aceptemos este sistema que criticamos constantemente?